miércoles, 30 de enero de 2013

reina


Dice tu milagro por modestia
que de azares vive,
así tu amor sencillo refulge
en el lóbrego corazón del pozo
como un agua fresca y encendida
que de ese infinito faro en la noche
dice sólo un tímido rubor.

Tan aguerrida, tan cauta
tan altiva gacela,
tan postrada pantera.

Así se saben tus imperios, Lola,
cada noche en la que inclinas
tan fámula tu cuerpo
y tan reina me besas la aurora.


martes, 29 de enero de 2013

esa inquebrantable fragilidad de ti


Ya afila el mundo su envenenada daga de significados,
la palabra mujer es una intimidad de neón púrpura,
la palabra hombre es un estruendo escondido atrás del silencio,
ya corta el mundo con su daga férrea la palabra palabra,
así la rompe en mil pedazos.

Pero tú estás dicha queda y tácita,
eres la dicotómica voz de princesa que musita la nana y el aullido,
eres el último edelweiss crecido en el despeñadero de una lengua,
eres la prueba irrefutable de que hay vida antes de la muerte,
pues eres y no eres hombre ni mujer ni nombre,
eres esa ceguera milagrosa que revela lo invisible,
eres la bella palabra de fragilidad donde se quiebra la férrea daga del mundo,
en ti se rompe en mil pedazos.


el amor


Soñaba el alma de piedra
que el amor era un cuchillo
que se iba afilando en ella.

Antonio Machado


Muere la tarde y el niño sale a poner un platito de leche a las culebras.
Las culebras muerden sus dedos y enturbian la leche de sangre y culebras.
El niño retira la leche sucia, lava su plato meticulosamente, con ternura.
Muere la noche y el muchacho sale a poner un platito de leche a las culebras.
Las culebras muerden sus dedos y enturbian la leche de sangre y culebras.
El muchacho retira la leche sucia, lava su plato meticulosamente, con ternura.
Muere la madrugada y el joven sale a poner un platito de leche a las culebras.
Las culebras muerden sus dedos y enturbian la leche de sangre y culebras.
El joven retira la leche sucia, lava su plato meticulosamente, con ternura.
Muere el crepúsculo y el hombre sale a poner un platito de leche a las culebras.
Las culebras muerden sus dedos y enturbian la leche de sangre y culebras.
El hombre retira la leche sucia, lava su plato meticulosamente, con ternura.
Nace la mañana y el viejo sale a poner un platito de leche a las culebras.
Se acerca el gato, lo lame, recorre su antebrazo con su lomo, con ternura.
Las culebras muerden culebras. El plato de leche está intacto.
El viejo es un niño.

lunes, 28 de enero de 2013

íntima carta pública a Sarco Lange


Precioso weón,

en Barcelona ha llovido ayer y las aceras leves por donde hoy descienden leves los hombres hacia el matadero huelen a vergel intensamente. Esa humedad es el milagroso perfume de la sequía, Sarco, bien lo sabes, amigo, y acostumbro poco a poco a leerte muy tarde bajo la bombilla y también a respirar mucho al sol en los patios comunitarios donde huele a ropa tendida y a pucheros. Todavía se me para regularmente el amor muy duro aunque a veces diga en voz alta cabizbajo y sin querer que por la pendiente del delirio bajan viejas que paren clavicordios y ratas bubónicas que fuman corazones de vainilla... Ellos se carcajean, los completos, los otros, el resto, los que no ríen, ya sabes, tete, amigo, germà, pero vos y yo sabemos sonriendo tristes que hay algo terrible en todo ello que es difícil de decir sin vomitar preciosas hojas caducas del árbol de la eternidad. Las palomas son horribles mutaciones de los ángeles, pero traen en sus muñones carta de ti y yo ademán de besarles las pústulas mientras la bandada se dispersa dejando cagadas todas las estatuas limpiamente históricas del parque. En Barcelona llueve tan frío a veces, germà, pero vos escribes tan bien y tan dañino que a veces ardo bajo este chaparrón de saludable ciudadanía. Quisiera llanamente hablar la poesía o acaso callar y besarte cuando llegan tus cartas, con mucha homosexualidad lírica, ternura y fraternal proximidad. Las ciudades se desmoronan de puro inexpugnables, el mundo se desmorona de pura consistencia, mas llegarán los marcianos de la locura a este cagadero de meteoritos ajardinados y encontrarán parasiémpricas letras chilenas de tinta china y a lo mejor un corazón noble que aún palpita noble y meado entre las ruinas del psiquiátrico.

No te rindas vos, capitán general de mierda y lindo soldado raso, sigue ahí en el agujero cavando que ya asoma entre la tierra húmeda del desguace el azul del cielo y alguna enterrada nube completamente loca y maravillosa que quiere descargar hacia arriba mientras vos te rompes las uñas cavando en los despojos de las flores.

Si te mueres, grita fuerte que te mueres que quiero enterarme de madrugada mirando con los ojos abiertos esa grieta en la prisión del techo. Si te mueres, escribe fuerte que te mueres una interminable antología, precioso weón de mi alma, escritor.

Te quiere hondo y de veras,

Jesús Alcalde

viernes, 25 de enero de 2013

vuela

a Lola, que vuela de purita gravedad


Muchacha real que sobrevuelas las quiméricas horas,
llevo tu real corazón en la cuna de las manos
como un frágil despertador de cristal
que protejo del granizo del tiempo seguro
interponiendo al aguacero mi amor atemporal.

Muchacha real que sobrevuelas las quiméricas horas,
mira qué diluvio de minutos de Damocles
sobre la larga carretera de afilado sílex
que hiere a este hombre descalzo
en su premioso paseo por evitar
el vertiginoso rebaño de automóviles veloces
que regresan a salvo al parking del erial.

Muchacha real que sobrevuelas las quiméricas horas,
eso que sostiene tu vientre ingrávido es mi mano terrenal.

jueves, 24 de enero de 2013

monstruos


Está bien, hijo mío, oye una vez más qué fue de los monstruos:

Los monstruos retozaban en la hierba y leían canciones de Bilitis,
se despiojaban la espalda, se aullaban y masturbaban ternuras en los sexos,
a veces reían y otras veces bandadas de pájaros bajo las nubes y alguna vez dolor.
Todo el valle, hasta donde alcanzaba la vista, era una alfombra verde de bestias
que retozaban sobre hojas de hierba, leían canciones de inocencia y experiencia,
se despiojaban la espalda, se aullaban y masturbaban ternuras en los sexos.

Los hombres llegaron al final de la tarde,
portaban martillos rudimentarios, pieles por abrigo y miradas como juicios.
La frente de un monstruo analfabeto al abrirse a martillazos
suena como un imen que se quiebra sin amor
y sangra abundantemente como una virgen de cera.

Abre los ojos, hijo, ábrelos. No tengas miedo. Escucha.

Todo el valle, hasta donde alcanzaba la vista, era una alfombra roja de bestias destripadas.
De las ramas de los álamos colgaban intestinos y un rocío de fresas corruptas,
el prado era una ciénaga de anhelos viscosos, mierda,
sangrientas pupilas contraídas y orines,
abrazos de miembros cercenados sorprendidos en la mitad de despreciables actos reflejos.

Los hombres ascendieron el montículo agotados y respirando intensamente,
el vaho de sus bocas era humo rojo que helaba en la hoguera del crepúsculo,
de sus cintos pendían costillas, colmillos y otros trofeos.
Su rey descansaba en un catre de cemento
mientras limpiaba educadamente de sus comisuras la sangre de un corazón mostruoso.

Abre los ojos, hijo, ábrelos. Mírame. Escucha.

Se alzó y abrió la mano señalando los campos yermos:

-He aquí esta ominosa tierra antes salvaje, hermanos. Aquí se alzarán nuestras ciudades.

Y todos vitorearon el fin del desastre. Y ninguno lloró mientras de nuevo se originaba el mundo.

¿Qué te pasa? ¿Por qué tiemblas? ¿Cómo? jajaja No, jaja no. Claro que no. Papá no va a obligarte nunca a ser un hombre. Papá te quiere. Anda, duerme un poco. No hay hombres aquí.

sal oxigenada


Enfermo que junto a tu lecho dejas los fragmentos de metralla
que ayer acuchillaron compactos tu pobre corazón,
no dejes nunca esas sangrantes esquirlas a la vista de quien bien te cuida
no fuere que bien viendo en los fragmentos el puzle de algo mayor
bien regresara el reconstruído cuchillo através de las vendas
mal abriendo la cicatriz en forma de cuchillo de tu pobre corazón.





miércoles, 23 de enero de 2013

eternidad


Tu habitación luce esas preciosas anotaciones verdes a bolígrafo que prendes de los muros sobre la cama, sobre el escritorio y sobre las libretas de poesía empezadas, creo que tu habitación es un árbol caducifolio en la mitad del silencio que tiene miedo a envejecer y llorar nuestras palabras perdiéndolas, por eso da a luz hojas de hiedra que dicen la verdad y la risa mientras escalan su contínua e infinita pared de sueños. Sobre mí, tu torso radiografiado enseña tu adentro superficial y mientras lo observo adormilado me pregunto moviendo los labios sin voz por qué no hay en esa negra foto rastro alguno de tu corazón rojo, creo, amor, que es culpa de los libros de ciencias. Estás dormida, y al volverme te abrazo sin despertarte con miedo a que el otoño se cierna alevoso sobre el cuarto y empiecen a llover sobre la tierra de la sábana muchas de esas verdes hojas veteadas de nervios a bolígrafo en que alguna vez dije para siempre o que te necesito. Estás dormida, y aún dormida eres capaz de responder a mi mano sobre las dunas vivas de tu estómago tomándola muy fuerte y llevándola a algún hermoso oasis de cabellos de insondables temperaturas y perfumes. No hace frío, huele a tabaco y la única luz es un lujo que ofrecen las farolas de afuera. Mañana me iré, pero eso no importa. Aún es primavera, las hojas ondean con el viento tenue de las rendijas pero no hacen ademán de caer. Te amo y aún dormida eres capaz de volver el rostro y me parece por la curva de tus labios que sonríes antes de morderlos buscando agua en la mitad de la noche. Pienso que la eternidad sucede un sábado a las cuatro de la madrugada y luego es una sirena que se hunde en una noche oscura de olas violentas mientras mira atrás, sonríe, cierra los ojos y espera que la sigas a las profundidades.


martes, 22 de enero de 2013

una casa


En la casa soy un hombre desnudo,
en la acera de la casa soy ropa desierta
cuando un aire sin palabra silba entre los parques,
los tanatorios, los orfanatos, los invernaderos,
los altos bloques de oficinas, las residencias,
senderos silvestres marcados con flechas de tiza
y vuelo y galopo ausente sobre la ventisca
como envoltorios, retales de viejos periódicos
que hacen historia en la mitad del ciclón.

Tú eres en la casa tú y estás desnuda
y tu cuerpo cálido es igual que mantas del gulag
y tu ausencia es igual que tu presencia
que es igual que un cuerpo cálido.
En la acera de la casa eres en el mundo
la imperiosa necesidad de abandonar el mundo,
desertar de la ropa, entrar en la casa.

En la casa soy un hombre desnudo
que huye de este frío intruso de las rendijas,
esta nieve invisible, esta silente escarcha
vistiéndose de ti, de tu inmarcesible candor
como visten los mendigos de Park Avenue
su disfraz rojo de Santa Claus
para sobrevivir al oscuro secreto
de la Navidad neoyorquina.

Ven, abrígame la piel como si adentro de mi piel
estuvieran nuestros sueños despertando a la vida
mientras sueñan con la inmortalidad cogidos de las manos.

Mira conmigo esa nevada de atrás de los cristales,
cómo hace en las ventanas pizarras de nuestro aliento
en las que dibujar con el dedo corazón pueriles anhelos,
corazones eternos de vaho.

Hay que hacer, levantar esa casa, compañera,
hay que darse en los dedos con el martillo,
amoratarse los brazos a golpes,
desperdiciar las mejores prendas a esputos de pintura,
torcer la espalda, dar por perdida la piel de las rodillas,
pero hay que hacer, levantar esa casa, compañera,
amiga, pareja, novia, viuda, esposa mía.

Hay que hacer, levantar esa casa,
cansarse y cansarse, reventar de agotamiento
y caer postrados hay que hacer, levantar esa casa.
Postrada demándote postrado que te canses conmigo.
Amor, ¿Quieres cansarte conmigo?

viernes, 18 de enero de 2013

desvivirse


La muerte no se ocurre, no se aparece vestida de noche ni acontece
ni surge ni desciende ni tiene ojos amarillos de gata ni musita verdades
ni huele a perfumes franceses ni a pimienta ni a fracaso ni a motel
ni abre las piernas sacando la lengua brillante con un dedo en el culo
descalza sin quitarse las botitas de tacón.

La muerte no, pero sí. Y a cada momento, sin nombres.

¿No viste que a ti la muerte ya te murió tantas veces?
¿Acaso no se te murió ya un amor de muerte alguna vez diariamente
como bello y frágil pez dorado que relampaguea bajo el agua limpia
y que al quebrarse la gloria de su pecera queda dando saltitos patéticos
buscando oxígeno en las olas de la alfombra del salón?

Eso es una minúscula muerte que no es muerte y también es la muerte gigante de todo.

¿Acaso no te mueres, amor, cuando lloras?
Dime si no mueres cuando lloras o es que vives más de lo que puedes
y soy yo el que se muere o no puede vivir lo que quiere si te ve llorar.

La muerte no es la muerte, es un nombre tan sólo,
otra palabra difusa con que hacer rimar otro petulante verso de la vida.
No ocurre, no está llegando, no es los esqueletos de tu armario,
no aparece cortando con su guadaña tu nombre y las flores lindas del balcón.

La muerte no es la muerte, es un nombre tan sólo
para decir este daño de verte llorar y no existir yo lo suficiente
para arrancarte las lágrimas del rostro y hacerte pueriles origamis de felicidad.

De niño me enseñaron que morir es no vivir y eso crecí pensando.
Hoy sé que morir es lo que llevo haciendo tanto tiempo y a diario,
porque morir no era no vivir, amor, era vivir no estando contigo.


jueves, 17 de enero de 2013

muerte de Hilario Pena


De la mansión de Hilario el suicida sale un camino angosto bordeado de amapolas que a la noche se pone blanco de tanta luna en sus piedras pequeñas feliperas y aún más carmesí en el jardín de sus veredas. Por él marcha a las doce Hilario Pena el suicida camisa de lunares pajarita negra cárdigan zapatitos de charol pistola treinta y ocho nacarada de dos iniciales dos con suicidio escrito en el mohíno y un corazón vacío lleno de pena.

Ay, Hilario Pena el suicida qué penita de ti qué pena, cantan los gitanos malos a Hilario Pena.

Al final del camino se llega al viejo almendro que a la noche deja caer de blancos y estrellados pétalos su llantina  sideral como el invierno privado que un niño agita en una burbujita de cristal. Y allá se postra arrodillado Hilario Pena dejando hechas un ídem de las perneras del pantalón las rodilleras. Talla Faustine querida mi alma se trunca en el tronco usando la navajita de pelar melocotones y declina ay nevermor, ay mísero de mí ay infelice segismúndico y alanpoético a borbotones.Y dice uno o dos o diez teamos sin ruidito muy de labial mímica como una muda de Charles Charlot y se pone en las frías sienes a rojo vivo su cañón.

Ay, Hilario Pena el suicida qué penita de ti qué pena, cantan los gitanos malos a Hilario Pena.

De colofón hace púm también con la boquita mientras pulsa el gatillo y hace flush con su pistola de agua y un chorrete requetefantástico y fino le pone los ojillos a echar lágrimas gordas como las luces de un farol hasta la pajarita camisa de lunares cárdigan y zapatitos de charol. Y así cada diario apesadumbrarse bajo la luna púm de agüita y epifonema, porque Hilario el suicida más que ser suicida es poeta de gran flema.

Ay, Hilario Pena, poeta de gran flema, qué penita de ti qué pena, cantan los gitanos malos a Hilario Pena.



miércoles, 16 de enero de 2013

viva los novios


La iglesia de San Rambaldo está llenita de público ese trece de octubre. Flores grandes, amplias pamelas y vestidos horteras ocultan hasta el último rincón de las banquetas. Mendelssohn ya lleva un minutito escaso haciendo volar a todo volumen su clásico atemporal y Rodrigo Aguirre espera muy pollopera en pie frente al altar mirando a los portones justo cuando Clara Linares cruza de puro blanco la entrada cogida muy fuerte y solemne del brazo de su padre. Un oh festivo arropa al órgano al unísono. Vamos de boda.

El padre Antero carraspea y se rasca los huevos. Lleva una cogorza de escándalo. Detrás el cristo de roble colgado bajo la cristalera de colores por tres clavos gordos. El niño José se lo mira acojonado vestido de monaguillo sosteniendo una bandeja de plata. No se sabe si al cristo o al padre.

Clara Linares se llega a la vera de Rodrigo Aguirre. Detrás del velo de cenefas de jacintos hay una carita que no pintan los pintores y dos ojos abiertos del color del cielo. A Rodrigo se le curvan las rodillas y traga saliva. El padre Antero se rasca los huevos y carraspea.

Se hace un silencio silencioso.

-Ejem, ejem. Nada es más dulce que el amor, nada es más valeroso, más profundo, más lleno y agradable en el Cielo o en la Tierra, porque el amor nace de Dios, viene de Dios, y es más grande que todas las cosas creadas en el mundo. (Hostia Puta, me cago en mi vida. Esto por dentro, claro.) Estamos aquí reunidos para unir en sagrado matrimon...

Se hace un silencio silencioso.

Rodrigo Aguirre mira al padre Antero. El niño José mira al padre Antero. Toño Linares mira al padre Antero. Las viejas del fondo miran al padre Antero. Tomasico mira al padre Antero. Las familias miran al padre Antero. La iglesia de San Rambaldo mira al padre Antero.

El padre Antero mira al padre Antero, concretamente bajo la sotana y saca una botellita. Glugluglú.

-Qué cojones... A la mierda el prolegómeno. (erupta) Tú. ¿Tomas a esta Mujer para ser tu esposa en la salud y en el cagarse y toda la mandanga?

-Pero hombre, padre. ¿No tendría usté primero que decir lo de...

-Calla. Calla, so profesor, que aún  te doy dos hostias. Que si la tomas, me cago en la puta que parió a Dios. Gluglugú.

Al nazareno de roble se le hincha la vena del cuello y hace ademán de arrancarse, pero la iglesia no repara en el milagro por no perderse ná.

-S.. sí. Sí la tomo pero...

-Pues ya está, cago en Ros, que sí que la tomas. Y tú...

El padre Antero mira a Clara Linares, que tiembla detrás del velo.

-T... Tú. Clara Beatriz Linares Morel, ¿tomas a este Hombre para ser tu esposo y para vivir juntos... en Sagrado Matrimonio? ¿Lo amarás, cuidarás, respetarás en enfermedad y en salud y te mantendrás... fiel a él... por el resto de... de tu vida?

Se hace un silencio silencioso.

glugluglú

Clara Linares mira a Miguel Antero desde el burladero. Miguel Antero la mira sin trincheras.

-Hostia Puta. Que si quieres, me cago en el Misterio. Que no tenemos todo el día. Glugluglú.

Clara Linares mira a Miguel Antero desde el burladero.

-Sí. Sí quiero.

Miguel Antero la mira desde el padre Antero.

-Pues... Pues... Pues...

A Rodrigo Aguirre se le encienden los ojos.

-¡Yo lo sé, yo lo sé!: ¿El novio ya puede besar a la novia?

El hostión suena como un trompetazo de Jericó y salen a volar bruscamente ocho palomas blancas que andaban cagándose en los tejados. Las viejas del fondo hacen oh y al nazareno de roble se le hincha la vena del cuello y hace ademán de arrancarse pero la iglesia no repara en el milagro pendiente como anda en no perderse ná. El niño José va pasando un trapo por los azulejos arrastrando goterones rojos mientras el Tomasico, con los calzoncillos por encima de los pantalones va gritando con la boca llena de boqueras y el colmillo solipsista: ¡le ha dao! hehe ¡le ha dao! hehe ¡le ha dao!...

El nazareno al fin se arranca dejando la cruz como un cristo y sin cristo. Se tira de cabeza al padre Antero con la cara tallada y torcida y los puños cerrados, por la llaga le van chorreando virutas pintadas.

Entonces el padre se vuelve y lo mira y en los ojos negros de Miguel Antero, muy al fondo, ve una cosa que refulge y que no enseñaban en la carpintería ni en los templos, y retrocede. Y se pone lívido. Y se apena. Y se acobarda.

Y Miguel Antero grita en la mitad del alboroto a la cara del nazareno:

-¿QUÉ? ¿QUÉ QUIERES? ¿QUÉ?

Y el nazareno dice con voz muy baja en la mitad del alboroto -Nada, Miguel. Nada.- Y se vuelve a la cruz con ruidito de mueble.

Y el padre Antero da un trago largo de la botellita glugluglú y exhorta:

-Pues amén, me cago en tus muertos, así arda tu puta madre y la blanca paloma en el infierno. Amén. Gluluglú. Hala, recoge este carnaval de los cojones y vámonos para el convite, Joselito, que hay gambas de esas gordas. Glugluglú.

Y se pone a llorar y el niño José ahora sí que se lo mira acojonado.


martes, 15 de enero de 2013

respiro


Se me ha dormido el brazo, Lola. Ponte aquí, bonita, aquí cerquita. (respiro) Quiero contarte que hoy ya soy un hombre que duerme.

Quiero contarte que a la tarde ando muy lento y cabizbajo toda la avenida del zoológico. Que bestias indeterminadas tras los muros rugen o lloran  o truenan como concretos monos con cuerpo de concretos leones y concreción de concretos hipogrifos. Que a mí ya se me ocurre una nueva tontería lírica: esta ciudad civilizada, incapaz de contener tu recuerdo asilvestrado, sí contiene a lo salvaje como un amor que forcejea en una jaula donde cada barrote es una lección bien aprendida...

¿Estás bien así, bonita? Ponte así si quieres. (respiro)

Por la avenida del zoológico los animales van por dentro de los muros, vida mía. Afuera sólo hay árboles calvos que preñan los bordes de la vía de hojas muertas más quebradizas al paso de las bicicletas públicas, los tacones y el tranvía que al peso del amor. Date cuenta que la vida va por dentro de los muros, amor, donde las hojas se amontonan quebradizas bajo el cuerpo desnudo de monstruosos mamíferos ajenos al café y a las palabras.

hhh, espera.

Quiero contarte que tu cuerpo sabe a agua si no estás y a cola dulce si estás presente, y que yo siempre estoy dispuesto a jugar contigo a los desiertos porque a todo estoy dispuesto si es de ti. Quiero contarte que puede beberse de tu yo aparente un tú que es el caño de un manantial que mana abundante de esa preciosa planicie con forma de cumbre que un mal viento hizo hace tanto ya de tu alma secreta y erosionada, y que puede beberse sin tregua y también sin sed alguna porque todo puedo beber sin sed alguna si es de ti. De verdad, te lo prometo.

hhh, espera, Lola, espera. hhh (respiro)

Quiero contarte hasta uno con todos los dedos de los que un hombre es capaz abriendo las manos desesperadamente y decir uno como quien abarca el infinito.

Y ahora que estás dormida, amor, quiero contarte de nuevo que hoy ya soy un hombre que duerme, ahora que lo entiendes y sonríes con los ojos cerrados y afuera del zoológico sólo hay árboles calvos que preñan los bordes de la vía de hojas muertas más quebradizas al paso de las bicicletas públicas, los tacones y el tranvía que al peso del amor.

jueves, 10 de enero de 2013

no cualquier palabra


Ya sabrás, amor, discernir entre un poeta y un hombre.

Llegaron los poetas, amor, como hacen los gatos.
No hicieron ruido alguno cuando pisaron nuestro tejado.
No es culpa tuya que no oyeras llegar a los poetas,
pues no hicieron ruido alguno cuando pisaron nuestro tejado.

Trajeron las palabras escogidas, no cualquiera que rueda imperfecta por las veredas mortales de una boca, no cualquiera que leer en la esquela de un hombre justo, bajo el anillo que pasó importante por varios dedos y que hoy se vende en la casa de empeños, en una orden de desahucio más dolorosa y puerca aún que un texto de Cioran o Palahniuk o Rimbaud o Pizarnik o Panero o Bukowski o Cioran o Palahniuk o Rimbaud o Pizarnik o Panero o Bukowski o Cioran, esas noticias diarias que seguro suceden fuera de los diarios, los poetas trajeron las palabras escogidas, palabras que fueron o son hermosos cormoranes que van sobre las olas hermosos y sin ruido alguno como los gatos, aves hermosas que serán visibles cuando los soles y nada cuando llegue el primer frío de la noche que vendrá.

Daño, sexo, suicidio, esperma, yonki, abismo, puta, muerte, polla y crepuscular. Esas palabras.

No es culpa tuya, amor, que no oyeras llegar a los poetas,
trajeron las silenciosas palabras escogidas mientras daban
pasos de silencio en nuestros tejados.
Los poetan se irán, mujer buena que me miras ruidosamente
con tus dos ojos francos y reales,
mas no habrá huellas en nuestros tejados.

Pero este hombre, este hombre bueno que te mira
con sus dos ojos francos y reales,
no se irá cuando se vayan los poetas como hacen los gatos sin ruido y sin dejar rastro.
Este hombre pesa más que una promesa o un gemido.
Este hombre pesa más que su peso en oro.
Este hombre pesa como el daño tuyo que se arranca.

Tú ya has puesto, amor, el oído sobre mi pecho y has oído el músculo que dice pan, que dice suelo ruidosamente sobre nuestro techo ya tan preñado de huellas. Tú ya has alzado la sábana que nos esconde de las sábanas y has sentido en el rostro ese aire visible sobre el que vuelan bandadas de gorriones que sí estarán cuando los fríos de cada una de las noches que vendrán y también con el primer calor de la mañana. Ese aire caliente que huele a pan, a suelo, ruidosamente huele ya a ruidosos críos que llegarán ruidosos pintando los tejados nuestros de ruidoso cielo abierto.

Llegaron los poetas, amor, como hacen los gatos.
Sabe que no hicieron ruido alguno cuando pisaron nuestro tejado.

Pero tú no temas, vida mía, espanté a todos con mi escoba que dice pan, que dice suelo
y ahora estamos en la casa tú y yo solos, y hace calor e instantes sencillos y tú eres tan linda y te amo.

Mis palabras también son escogidas, y vuelan hermosas como hermosas aves que sobre las olas son visibles cuando los soles e invisibles cuando el primer frío de la noche. Mas lo que digo, amor, lo que digo podrás verlo siempre. No cualquier palabra es capaz de hacer el ruido suficiente que te nombre mientras hace calor e instantes sencillos y tú eres tan linda y te amo.


domingo, 6 de enero de 2013

frífrí


A veces el invierno se hace año sobre el pueblo.

Eladio Neves cubre el cuerpo de su hija despacio con el ánimo lento con que una estación cubre a la otra. Allá queda, coronando la colcha de arbolitos pelados, la cara de ojos cerrados con que finje estar dormida Noêmia. Eladio Neves, con el ánimo lento con que la vida va tornándose otra cosa, besa como cada noche la frente de su hija y esta responde abriendo los ojos despiertos bajo los dos párpados cerrados y deja volar por la habitación una sonrisa. Hace frífrí, pai, quédate un ratito. Pero Eladio Neves, con el ánimo lento con que un hombre va tornándose otra cosa, siempre ha cerrado ya la puerta antes de que Noêmia haya terminado la frase y desciende por el pasillo hacia un cuarto azaroso.

A veces los años se hacen inviernos sobre el hogar.

En la escuela, los críos dibujan perfectas mamás sobre papel cuadriculado con el ánimo alegre con que la infancia barre las tristezas y luego enumeran nombres diminutivos con que las mamás van desfilando llenas de mimos en boca de todos. Noêmia pinta soles irregulares de largos rayos torcidos en su cuaderno con su lápiz amarillo y cuando los niños la interrogan por el nombre de su mamá Noêmia responde despacio, con el ánimo lento de quien no sabe por qué hay mayores que son aún más ilusorios que un sol pintado, musitando musical que no conoció, que nunca supo, pero que mamá tuvo que ser el verano porque dicen los pajaritos que cuando mãe vivía no había nunca frífrí en los ojos de pai.

A veces los niños pintan unicornios en los libros de Naturales.


martes, 1 de enero de 2013

Qué bonita estás cuando eres


Pon la mano aquí. Los años no importan.
En realidad nada termina ni tampoco empieza,
qué insoportablemente lineal resulta el transcurso de todo.
Pero pon la mano aquí. ¿Ves como terminan y empiezan los años?
Qué bonita estás cuando piensas.
Cada segundo expira idéntico a una muerte épica en la cumbre, cada segundo quiero besarte.
¿Por qué no nos besamos cada segundo, cada milésima de tiempo®? Deja la mano ahí.
Qué bonita estás cuando pones cara de dudar y estás segura.
¿Por qué no abandonamos el transcurso de todo y transcurrimos? Tú y yo.