El padre Antero está medianamente sobrio en la punta del paseo. A su lado el niño José sorbe fresa de un polín.
-Mira, José, que yema naranja se ha puesto ya sobre la línea del mar. La alborada es a estas horas entre gualda y sangre como el ojo de una sierpe belicosa, niño, pero guárdate de hacer juicios de mayores, que encierra una hermosa y áurea ternura que es más propia de hombres tranquilos. Mira también ese oleaje intermitente que siembra de un aleteo de pájaros de nieve la carne rosada de las orillas, y las cuatro grandes nubes que ya van tomando consistencia y dibujo de nuestro mapa, como si la ciudad con el resto de ciudades fuera ya reflejándose en los cerúleos tejados del océano con la perfección sencilla de los pueblos. Mira, José, déjate la golosina del demonio, el amanecer está en su punto más amanecido y las gaviotas están mudas y también los pescadores y los vientos y el espigón y el arrecife y el faro de San Bertrandino, escucha ese silencio, es la voz de Dios que dice ternura y dice mundo, José. El amanecer habla, niño, con voces animales. Y no sólo habla, como hacemos en la parroquia y en la tasca y en los cuartos, el amanecer también dice. También dice.
El padre Antero abre el botellín de fino La Ina y se lo baja de un viaje. El sol ya pega muy de púgil en los rostros. El niño José sorbe fresa última ruidoso del polín y luego abre la boca.
-¿Y si a uno le amanece aquí adentro, padre?- Se pone José un dedito de fresa marcando el costillar manchando de rojo la camisa blanca como un balazo.
El padre Antero lo mira largamente con ojos de buey de tiro, luego abre otro botellín de fino del gabán negro y da un trago corto que sabe a agua clara de la fuente de la plaza de Corbentraz, tiene dieciséis años y Clara Linares huele a espliego y lleva en los cabellos una cinta naranja color amanecer que dice oro y que a Miguelito Antero Bueno le parece el sol.
Cada amanecer dura muy poquito, segundos tal vez... el minuto más bello. O lo atrapas o te lo pierdes.
ResponderEliminarPero hayyyyyyy... esos amaneceres eternoooossss... esos sí que son bellos.
Qué bonito Jesús! amanezco de nuevo a las 13:21
Muchas gracias.
De nada, Nagore. Amanece todos los días, pero hay que mirar. Besos.
EliminarSi amanece ahí dentro, te nace la vida, el deseo de continuacion y la fuerza.
ResponderEliminarUno mismo se vuelve sol.
Se presiente el calorcillo de la mañana al leerte, casi se huele el espliego.
Que maravilla.
Besos Jesús
Qué bonito, Alejandra. Muchas gracias y también muchos besos.
EliminarOh, qué historias tan entrañables las de Padre Antero...
ResponderEliminarQue hablen nuestros animales en cada amanecer, que los besos empapen las orillas y las camisas se llenen de manchas.
Besines!
Aunque el gris me hacía más gracia...
El gris es más gracioso, desde luego. Es circense.
EliminarBesines de esos, Capitán.
Y esa mancha roja en el costillar presagio de un Jesus perdonando a la humanidad en su minuto de gloria.
ResponderEliminarSaludos
Aún con reservas, Irizar. Perdonada queda totalmente, claro que sí.
EliminarSaludos y muchas gracias.
Jesús, has hecho algo que no creo que tenga un nombre terrestre.
ResponderEliminarBs.
Yo le digo anterolangia supraventricular, pero yo soy un enteradillo de mierda. Es muy seguro que no tenga nombre, Sarco.
EliminarBauticémoslo con rocío de primera hora en aquel monte. Pon así las manos, como una cuna.
pero qué hermoso es esto, ¿lo sabes?
ResponderEliminaray, esos ojos de buey de tiro...
Hermoso tú, Antero. Lo otro es reflejo.
EliminarMuchas gracias, fenómeno. Un fuerte abrazo, también de tiro, como todo lo nuestro.
Me queda un suave regusto a fresa en la boca y unos ojos de pupila aceituna con las imagenes que ofreces.
ResponderEliminarEs bellisimo Chus, bellisimo.
Un besote amigou
Bellísima tú, Badia. Muchas gracias.
EliminarTernura por doquier, pero no por ello, empalagoso. Muy bueno.
ResponderEliminarSaludos