Estimada doctora,
usted debería saber ya que la soledad
-como la congelación del alpinista-
alcanza sus cotas máximas más allá del daño,
acomoda a un hombre en lindes plácidos del sueño
y resulta hasta un estado embriagador de calma,
un remanso donde nada pasa y nada duele
donde la muerte tira besos con la mano
disfrazada de enfermera.
Usted, que es buena, y además tiene estudios,
debería saber de todos esos hombres y mujeres
-buena gente también-
que velando por la salud universal del universo
adquieren estados superiores de tutelaje
y advierten y vocean que es apremiante y fundamental
el esfuerzo responsable de abandonar los lindes tranquilos del sueño,
que hay todavía que luchar, conseguir moverse,
calentar las manos, los músculos, los ojos, el hálito, el sexo,
y hasta comer fibra y también hacer deporte.
Pero déjeme hacerle una observación,
profana por supuesto, acaso impertinente,
es que nada dicen esos hombres y mujeres, esa buena gente,
de las bondades del calor
ni de si merecen la pena esas bondades hasta el punto loco
de dejar de vocear al enfermo que sane
desde allá arriba un segundo
para bajar a abrazarlo o tocarlo con las manos desnudas.
Usted, que es buena, y además tiene estudios,
sabrá lo que es eso (lo de vocear, digo).
Y que por si usted se lo pregunta, estimada doctora,
yo estoy sordo, viejo y carámbano,
es decir terriblemente sano y sentimental y difunto.
O sea, no hablo por mi, no se desespere,
esta misiva o telegrama
es en beneficio de quien pueda curarse todavía
al escucharla vocear sus diagnósticos.
Tras una caída a los infiernos, también fui a ver a una doctora... creo que le podría haber escrito también esta carta.
ResponderEliminarYo me agazapé la mar de bien a una soledad que ni me quedaba grande.
Me aislé del mundo por voluntad propia.
Me dijo años después que soñara... y saliese a buscar ese abrazo, ese beso sanadores.
Y besé y abracé y regresé de nuevo a mi soledad que estaba esperándome con sus brazos abiertos y su boca no me reclamaba nada.
Besos, Jesús.
Si la Zarzamora también va al 'pichicólogo' es que se acerca el final. Besos.
EliminarEl calorcito es la mejor terapia. Sí Señor, muy bueno.
ResponderEliminarSe ha ganado usted hoy un beso calentito.
P.D.(pero de calorcito, no de los guarros, jajaja...)
No esperaba menos de una señorita como usted, Nagore. Muchas gracias.
EliminarMe has encendido un cigarrillo, me lo has dado y a la primera calada me has tirado un cubo de agua a la cara. Lejos de actos reflejos, he entrado en un blucle reflexivo de armadura oxidada.
ResponderEliminarCuando he vuelto ya estaba seca.
Besos, o abrazos, o lo que sea que llegue allá.
Llegan cosas buenas, Capitán. Y se agradecen mucho.
EliminarMerece la pena, no cabe duda. Merece la pena tocar con las manos desnudas y dejar de vocear. Merece la pena hasta para los viejos, los sordos y los carambanos. Sobre todo.
ResponderEliminarMerece la pena para quien cree no la merece y para quienes ofrecen su desnudez .
Besos Jesús
Qué bonito comentario, Sandra. Muchas gracias y bienvenida. Besos para usted también.
EliminarDeberia deberia. Pero hay pedestales desde los que la nube de la soberbia impide ver lo que se deberia.
ResponderEliminarMuy bueno.
Un beso nen
Otro beso, Badia. Debajo del pedestal.
Eliminar