lunes, 5 de mayo de 2014

verdad de Dios


La loma del pueblo empezaba a ponerse negra como el carbón en su firmamento, el calor se había esfumado dejando paso a un fresco incómodo, de los que calan. Ernesto Lirondo acababa de llenar otro capazo de limones mientras su hijo Pascual tallaba avieso un tronquito a golpe de navaja.

-Deberíamos entrar, empieza a soplar fuerte, Pascualillo.

Pascual terminó aprisa de horadar el último agujero en la madera y alzó el instrumento con la diestra poniéndolo a contraluz. -Va a sonar bien, esta bicha, padre, verá qué concierto...

Ernesto metió otro capazo repleto de limones en la camioneta y se volvió hacia Pascual sudado como un gorrino mientras se limpiaba las manos en los bolsillos traseros del tejano.

-Anda, niño, déjate de musicajos y arrima el hombro que hoy no me vuelves a hacer lo del sábado. Mira qué nubazas negras vien' por ahí... Como nos coja el tiempo te cuesta el hato, ya te voy avisando...

Pascual se echó la flauta a la bolsa y se descolgó de un salto del arbolito. Alzó otro capazo bien lleno y lo puso junto al resto en el vehículo.

-Tampoco pesa tanto, padre. Es usté' un exagerao... Está viejo. Y amargao. El padre Antero siempre dice que nació usté pa' gente fina, pero que no lo sabe...

-El padre Antero tampoco es que naciera cura, por lo que se oye, y tú sigue hablando que te desnazco de un capón, desgraciao... -Ernesto escupió la colilla finita a su izquierda ocultándole una incipiente sonrisa a su hijo. -Carga y calla, anda, que ya he notao una gota y se me está erizando el colodrilo.

La camioneta arrancó apenas cuatro minutos después cargada de capazos y se deslizó cuesta abajo hacia los Guildivernos dejando su característica falda de humos negros. Padre e hijo estuvieron callados hasta alcanzar la primera de las casas.

-Oiga padre, ¿usté cree que Dios coge limones? Porque a mí me da... que no.

-Dios hace lo que le sale de los cojones, que pa' eso es Dios... Qué tontería, que si coge limones... ¿Pa' qué preguntas eso?

-Es que el Padre Antero dice que Dios habrá hecho los limones, pero que pa' cogerlos ya está el tonto del Ernesto. -El niño sopló la flauta y puso risueño la cabeza en el vidrio de la puerta.

Ernesto se volvió al mocoso con la geta carmesí.

-Oye, tonto'el haba, tú hoy quieres que te deslome, ¿no? Al padre Antero le dices la próxima vez que cuando le apetezca abrir la bocaza que sea para pimplarse otra botella de vinacho, y tú respeta, niñato, respeta, que soy tu padre, leñe...

-Mira que es atún, padre, si cuando el padre Antero dice eso de que Dios habrá hecho los limones, pero que pa' cogerlos ya está el tonto del Ernesto, lo dice porque le respeta a usté... No ve que Dios no es que no coja limones porque no sepa, es porque no quiere, y por eso dice el padre Antero que Dios es un incapaz con muy mala folla, y los ernestos unos benditos a los que hay que querer por narices... -Pascual retomó la flauta y entonó una melodía preciosa que deshizo a Ernesto. -Y eso lo dijo bebiendo agua, padre, que la botella de vino ya se la había pimplao' hacía un buen rato en la sacristía...

Ernesto bajó la luna de la camioneta y escupió una segunda colilla, esta vez para ocultarle a su hijo algo muy distinto a una sonrisa.

El niño bajó entonces la suya y puso la mano afuera bajo la lluvia y la ventolera sosteniendo la flauta en horizontal. El aire frío del camino recorrió los recovecos del instrumento dejando escapar un monótono tirurí que no sonaba a nada.

-Y además, padre, fíjese que la flauta también la toca mal remal, qué quie' que le diga...

Ernesto miró a su hijo y este le pareció un poco más alto que esa misma mañana.

-Tu madre sí que tocaba bien, ¿verdad?

-Buah, padre, mejor que Dios, de aquí a Calatrava...