miércoles, 31 de octubre de 2012

el légamo


El cielo desciende, llueve.

La playa se abraza a la lluvia,
transmuta el sol de sus arenas
en una alfombrada luna nueva,
un oscuro milagro,
un negro crepúsculo de mediodía.

La playa preñada del torrencial
queda sembrada
de hilados troqueles
de las más perfectas huellas,
definidos pasos últimos de mí.

Así la lluvia limpia
que derrama el corazón que tuve
abraza las playas de mi recuerdo,
la miríada de soles, sus arenas suaves
son tras ese buen diluvio
un oscuro manto de valioso légamo,
un oscuro milagro,
un negro crepúsculo de mediodía
sobre el que mis últimos latidos
dejan hermosas huellas del hombre que fui.

lunes, 29 de octubre de 2012

la última moneda


Como soy un tipo
manchado de poesía
acometo estos francos ridículos.

Decirte, por ejemplo,
frente a espejos mal iluminados
que escarbo en los yermos del mundo
en busca de migas
como oscuras aves urbanas
disputan pan amargo
en el perímetro abandonado
de una fábrica de dulces.
Esto en lugar de decirte
que estoy triste,
que soy triste,
sosegadamente desesperado
y hondo;

sólo porque ando manchado de poesía
en la camisa, en los jeans,
en el tiempo,
en los objetos...

También sin conocerte,
muchacha de atrás del muro,
para ti aireo estos absurdos, cotidianos
desnudos verbales de mi cicatriz,
porque además
de andar manchado de poesía
soy un tipo manchado de soledades
que gusta de caminar bajo las lluvias
y comprobar que el agua limpia
que devuelve el cielo a la ciudad
tampoco sirve,
tampoco basta,
que el sol siempre regresa
y que yo sigo manchado
hasta el tuétano de todo esto.

No niego,
muchacha de atrás del muro,
que hay veces que callé
manchado de esperanza o de ti
y puse la mano atrás de muros.

Me pareció
-quise-
que afuera
llovían novelas románticas,
lindas prosas sin desenlace,
ya sabes, tu, mi,
nuestra literatura,
mas traje mi mano de vuelta
y ésta estaba
manchada de poesía,
esta mano mía
con que hoy ordeno rendido
en el cajón
mi camisa, mis jeans,
mi tiempo,
mis objetos...

Esta mano que hoy lo ensucia todo.

Pues sólo soy capaz
de todas estas palabras
que se amontonan como autos
antes bonitos hoy herrumbrosos
en el desguace.

Decirte todas estas metáforas
que suenan a mejor manera,
a elevación, a posibilidad,
a nosotros,
es el peor de mis teatros, el más dañino...

Ocurre que
acabé poeta y acabé tan mal,
tan mal,
muchacha de atrás del muro...

Sinceramente,
en mi mano
tan sólo hay un te amo,
es mi última moneda en esta feria de otros.



viernes, 26 de octubre de 2012

galletita de Yē Sū


Abriste entre fideítos picantes con verduras y la tarta de lichis:

La soledad es un dramaturgo excepcional
que hace del ser humano un excepcional mecanógrafo.

Qué lindo lorito fuiste luego, mi princesa, y cómo dejaste la mesa de migas.

A las amigas:

La soledad es un dramaturgo excepcional
que hace del ser humano un excepcional mecanógrafo.

A los amigos:

La soledad es un dramaturgo excepcional
que hace del ser humano un excepcional mecanógrafo.

Y la mesa llena de migas.


jueves, 25 de octubre de 2012

como si de veras, amor


Mi vida alcanza ese instante del monte
en que dejan de trinar
las copas altas de los cipreses
censores del acantilado
y desde el océano ya sólo atracan silencios.

Es la espera.
Flor del pedregal.

Mira el aire,
se preña de oleajes,
acá nada es prosaico,
este silencio
ya ligeramente húmedo y salino
hace aflorar poesía
en los daños de un hombre.

Qué instante sereno
separado de los otros instantes
por verdaderos ratos,
hormiguea el corazón
que cree en los monstruos,
qué poco significa
en los ojos de este hombre
la palabra abertura,
la palabra cierre.

Si vieras, amor,
como llegan reflotados galeones
desde el fin del mapa
sin que nadie apunte con el dedo
a sus velas.

Aquella cala desierta
prolegómeno del mundo heredado.

Todo el cielo cromado es un nombre
con apellidos cargados de lluvia
que yo te impongo
dormido sobre esta orilla de sequías.

Estoy tan viejo
y enloquezco tan despacio, amor,
no alcanzo a abandonar esta cordura
de recordarte desnuda cada mañana
prolegómeno del mundo encontrado
como si de veras,

como si de veras, amor.

Esta buena locura
que adivina lirios en las rocas
en la mitad de este silencio
va pintando círculos
en derredor de tu ombligo
como un patito feo
que recorre un cerúleo estanque de plata
con las alas heridas de petróleo.

Y si vieras, amor,
qué dibujo,
qué círculo enfermo de espirales,

si vieras, sencillamente.

Tengo miedo a morir mañana,
tantas cosas que decirte,
tantas deshabitadas islas de novela,
necesito tanto que me abraces.

Como si de veras, amor,
como si de veras.


miércoles, 24 de octubre de 2012

¿vos amás, viejito lindo?


A mí me mentan el amor
y es como si me mentaran la madre,
me parece un bochorno ese arrojo
de mentarle a nadie el amor
como si fuera el amor de uno
u otra
estúpida patología moderna más:
-trastorno de aburrimiento,
-trastorno de madurar,
-trastorno de querer,
-trastorno de estirar la pata.

Hay una nena en los aledaños
de mi sueño
con un descaro imposible
de ponerlo en duda
a diario:

-¿vos amás, viejito lindo?

(Es que yo sueño en uruguayo,
verán,
hay quien vuela
en capa tecnicolor y leotardos
y hay quién no envejece
y hay quién entra en señoras tanto
como poco entró en sí mismo
y hay quién colecciona dinero
y casas y autos y planetas
como si eso fuera a hacerle rico,
yo me pongo una rebequita verde olivo
un bigote,
un banco,
un Uruguay,
y miro como muy de lejos
con ojos pequeños
las muchachas hechas de viento
cuando sueño
y me duele acá
en el costado izquierdo
no más que un poquito
pero muy de final
del mundo.)

Ésta dice:

-¿vos amás, viejito lindo?

Con un descaro increíble
la nena me menta a la madre
sonriendo amanecidísima
como mi mamá.

Y yo, claro,
me duelo acá
en el costado izquierdo
no más que un poquito
pero muy de principio
del mundo
y me enamoro
y quiero ser papá.

martes, 23 de octubre de 2012

el lobito bueno

Y había también un príncipe malo,
una bruja hermosa y un pirata honrado.

José A. Goytisolo

Que un hombre es un feo animal
que araña y muerde
cuando no le acucia el hambre
usted lo sabe sobradamente.

Por eso usted bebe agua
de su lago azul
que es azulado
como un cielo azulado
como un iris azulado
o también como palabras
o un dañino moratón
y bebe usted con miedo
pero bebe
porque es tan valiente
además de tan lindo cervatillo
de lindo pelaje
con su linda sed.

Y yo soy feo animal
además de hombre,
me parece,
pero mis garras
          -si las tuve-
quedaron en otoño
en dientes de un cepo
que venía vestido
de buen lecho caducifolio
de color noviembre
nada azulado
pero sí un tanto ámbar
y un mucho de sol.

Ahora
desvestido de alimaña
          -y por mala pata
           las patas malas-
me escupen
la maleza,
los bosques,
los jardines,
los parques públicos
y hasta algún privado bar.

Por eso cuando
emerjo ruidoso
          -de lo que usted teme maleza
            y yo temo bueneza-
con ruidito crec de hojas
jugando a los lobos
no es por morderla a usted
o arañarla,
usted lo sabrá ya sobradamente.

Es que es tan hermoso
limpiarse los muñones
en el agua azulada de su lago azul
a la vera azul de usted.

Sepa que los lobos
doctos de humanismo
dicen que usted quiere que la muerdan,
pero yo
además de lobo
ando algo bestia de humanismo,
soy lobito tonto y bueno,
y también hombre,
me parece.


lunes, 22 de octubre de 2012

paz de vos


Entre vos y yo
estallan pequeñas guerras,
no grandes ni mundiales,
pequeñas digo y acaso
inconfesablemente deseadas
por los dos.

Esas escaramuzas
en las que vos no existe
y yo insisto
están llenas de palomas blancas
que asesinan habitaciones
por causa de los cielos.

Porque vos no existe
ni asiste,
mas nunca desiste
en asirse
a mis anhelos románticos
no pragmáticos
ni prácticos
de que vos exista.

Linda crueldad
que no existe
pero embiste
la fortaleza de prefabricado
de mi corazón.

Allá pone vos
sus cuarteles estratégicos,
bellos antiaéreos,
brillantes balas,
alambradas con puítas de robín
que parecen desde acá
hilos de oro
o cabellos suaves como cunas
o terrosa luz de otoño,
pero que son a la vera de vos
alambradas con puítas de robín
que pinchan y no son.

Y desde allá vos
dispara su inexistencia
a mis fuertes de algodón
y cartulina azul
dejándome vencido,
otra vez en ruinas
y un muchito más triste
y otra vez en paz.

Una paz definitiva, buena,
una paz terrible
sin vos.

viernes, 19 de octubre de 2012

un nosotros


Las horas pasan desprovistas de sus ratos,
vagones de una mina que transitan su raíl sin su carbón
vacíos
copiando el ruido de los trenes que vuelven a casa.

Cuán vasto es el mundo,
cuánto buen sendero va viendo su camino
asfaltado de abismos tan apetecibles como vacuos...

Como en la mitad de un mal sueño
en el que las puntas de los dedos
no alcanzan desde el lecho en llamas
la mesita y el vaso de agua,
mi piel espera al ferry en la mitad del páramo.

Pero no todo está perdido ya,
muchacha desconocida,
en lo inmenso del desamparo.
Los pequeños detalles, los anhelos, lo minúsculo,
lo mío, lo tuyo,
aún aflora despacio
en el álgebra de este tiempo caducifolio
llenando los cálculos de sencillas margaritas
que prender de tus ternuras,
y en el páramo donde espera al ferry
mi piel, tu piel,
muchacha desconocida,
ya va encontrando su rincón de tierra húmeda
un jardín perenne.

Un nosotros.

jueves, 18 de octubre de 2012

el elixir de la memoria del Palacio de Gabiria


En los Guildivernos hay un gran revuelo cada vez que la carreta mágica del Profesor Rossmann llega al pueblo. Se congregan en la plaza de Corbentraz hasta cincuenta o sesenta gentes ojipláticas y anhelisueñas dando palmas y coreando vivarrósmanes como posesas.

A las doce en punto de la noche ya se oye en los adoquines del parque el tamborileo claca claca de las características ruedas y esa musiquilla de magnetofón que lleva emotivo a Haendel a las ventanas abiertas con jazmines del paseo y a las esquinas de orín dorado bajo las farolas del callejón. El Profesor Rossmann abre el teloncito de fieltro colorado y con enorme fanfarria va anunciando sus elixires de la memoria del Palacio de Gabiria, que garantizan abrazos firmes con el pretérito: hablen ustedes con su mamá fallecida y con el sobrinito que estudia en Francia y hasta con los abedules altos de la sierra del setenta y tres, de no ser, les devuelvo su dinero. Los vivarrósmanes se escuchan más allá del río, y los muchachos lanzan boinas al techo de estrellitas y luna como en una graduación.

Primero Marcial Piñero se avanza a empujones de yo primero mangurrianes hasta la carreta. Se agarra al frasquito púrpura de bohemia y muy nervioso va entonando el glugluglú entre el silencio contenido de la concurrencia. No tarda mucho en empezar a llorar como una zagala sintiendo los bracitos del Jesusito muerto acariciándole vivo la barba. Luego va el viejo Cándido Márquez, que bebe más despacio y sólo sonríe enigmático hasta el final del trago y termina como es habitual devolviendo la botellita vacía al buen Profesor y agregando un ininteligible agradecimiento en ruso. Luego Clara Linares, más tranquila y pidiendo permiso, bebe y pasea a ojos cerrados con su Laurita por el espigón, Oliverio Tilín después, que antes de beber ya va sonriendo como un mentecato, Julián insolvente y enamorado, Andrés Gutiérrez boticario, Ramón Mújika, Pepón, María, Bartolo, Julio, Sandrita, Braulio y así todos y cada uno de los guildivernienses. La fiesta termina como siempre con el correspondiente barullo en la tasca y griterío de que beba el padre Antero, que beba el padre Antero, que beba el padre Antero comandado por el hijo tonto de la Paquita y un balbuceo de fondo del padre Antero de iros todos al infierno con los ojos rojos como gladiolos y el cuerpo del revés.

Y el clásico epílogo de la retirada de la carreta del Profesor Rossmann percutiendo en los adoquines del parque y llevando Haendel a las ventanas cerradas con jazmines del paseo y a las esquinas negras del callejón, perdiéndose en la noche.

En la madrugada, ya en la mitad del campo, en las afueras, acompañado de las bestias y el silencio, el Profesor Rossmann, Enrique Pérez Murrieta para los amigos, detiene el viejo magnetofón, se desabrocha la casaca de botones de oro y deja el sombrero francés de plumas y los fajos de billetes sobre el escritorio. Se precipita en el sillón como una fruta madura, se descalza y se lleva un frasquito púrpura de elixir de la memoria del Palacio de Gabiria bajo el bigote y cierra los ojos mientras de fondo musitan ús los búhos y sesean nanas las copas de los árboles. Y llora. Llora tan largo como la noche. No por abrazarse con un bello pretérito de anárquicos cabellos y sonrisa imposible, sino por el fuerte sabor a ginebra barata de su elixir.

miércoles, 17 de octubre de 2012

no te quiero, niña, como espejo


Que no te quiero, niña, como espejo,
que te quiero ventana sin cristales
de cristales limpios sin reflejos.

Cuando cante por soleares
la alborada otro sueñito malo
hilvane en tu ventana sin cristales
la luna maga de sol su halo.

Que no te quiero, niña, como espejo,
que te quiero ventana sin cristales
donde no se frene el aire ni los besos,
su marquito todo el mapa de los cercas y los lejos.

martes, 16 de octubre de 2012

a quien madruga le amanece más temprano


El padre Antero está medianamente sobrio en la punta del paseo. A su lado el niño José sorbe fresa de un polín.

-Mira, José, que yema naranja se ha puesto ya sobre la línea del mar. La alborada es a estas horas entre gualda y sangre como el ojo de una sierpe belicosa, niño, pero guárdate de hacer juicios de mayores, que encierra una hermosa y áurea ternura que es más propia de hombres tranquilos. Mira también ese oleaje intermitente que siembra de un aleteo de pájaros de nieve la carne rosada de las orillas, y las cuatro grandes nubes que ya van tomando consistencia y dibujo de nuestro mapa, como si la ciudad con el resto de ciudades fuera ya reflejándose en los cerúleos tejados del océano con la perfección sencilla de los pueblos. Mira, José, déjate la golosina del demonio, el amanecer está en su punto más amanecido y las gaviotas están mudas y también los pescadores y los vientos y el espigón y el arrecife y el faro de San Bertrandino, escucha ese silencio, es la voz de Dios que dice ternura y dice mundo, José. El amanecer habla, niño, con voces animales. Y no sólo habla, como hacemos en la parroquia y en la tasca y en los cuartos, el amanecer también dice. También dice.

El padre Antero abre el botellín de fino La Ina y se lo baja de un viaje. El sol ya pega muy de púgil en los rostros. El niño José sorbe fresa última ruidoso del polín y luego abre la boca.

-¿Y si a uno le amanece aquí adentro, padre?- Se pone José un dedito de fresa marcando el costillar manchando de rojo la camisa blanca como un balazo.

El padre Antero lo mira largamente con ojos de buey de tiro, luego abre otro botellín de fino del gabán negro y da un trago corto que sabe a agua clara de la fuente de la plaza de Corbentraz, tiene dieciséis años y Clara Linares huele a espliego y lleva en los cabellos una cinta naranja color amanecer que dice oro y que a Miguelito Antero Bueno le parece el sol.

lunes, 15 de octubre de 2012

primavera - presagio del eclipse y del crepúsculo


Hijo, ya te llevo en mí
como un presagio aprendido
del eclipse y del crepúsculo,
ufano aprendo
a relatar el constante oleaje,
el caleidoscopio de los tilos,
los aires y los daños
con frágiles palabras y hechos acerados
en el día luminoso.

En la noche luminosa
yérgome en cronista de lo que antecede,
para ofrecerte
un minucioso mapa en blanco
          de los minutos en que nada pasa
para que sucedan siempre
siempre sucedan
sucedan siempre
tus pasos primeros.


Hija, ya te llevo en mí
como un futuro bueno
que recuerdo con ternura,
la vida ya espera en los cuartos para ser la vida mía
con lágrimas tuyas que serán lluvia tenue,
que fueron agua clara,
que son mojarse afuera al fin en el gran refugio.


Hijo mío, ya te llevo en mí
más que yo mismo,
traiga el vestido de sangre de tu cuerpo
a esta irrealidad desnuda
desgranado un mundo nuevo,
un mundo por fin mundo
por fin nuestro.


Hija mía, invirtamos los propósitos,
que soy yo tuyo más que tú de mí,
dé a luz
tu obligado nombre
a un padre libre sobre la ruina.

Seas hermosa y limpia como tú,
como el amor que siento.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Dios Tiranosaurio y Margarita Buber



Margarita Buber se había licenciado en Paleontología muy Cum Laude y a distancia hacía escasos tres días y ya concluía en magistral hallazgo el miércoles de la misma semana: Dios era necesariamente e inequívocamente un Tyrannosaurus Rex.

Primero se vió asaltada por siete u ocho eurekas de los de sentirse importante y de Nobel ipso facto, todo brincos por el estudio y grititos como de ardilla, pero al momento se le puso el miedo en el cuerpo y empezó a mirar sudando por las ventanas a las nubes muy quieta y muy temerosa y muy preocupada adivinando heterodoncias asesinas en los cúmulos y en los rayos de sol.

Táctica y estratégica, Margarita Buber empezó a partir del jueves a quedarse paradita, estática, hierática y estatuaria en el mismísimo segundo en el que dieran las doce vigilando muy mucho de que el Señor no la viera y se la zampara de un solitario y carnívoro mordisco. Sólo Margarita Buber sabrá por qué a las doce y no, por ejemplo, a las tres, que también había dinosaurios a esas horas y hasta Dios, pero el caso es que ya estuviera en la cola de la perfumería, planchando blusas, escribiendo un ensayo, impartiendo clases, lavándose el núcleo o esperando en el parque a Julián insolvente y enamorado, daban las doce en los relojes y pam, ahí tienen ustedes a Margarita Buber más tiesa que un Rodin.

Y ya fuese por azar o por Gracia sucediose un catorce de febrero que le dieron las doce-cero-cero mientras cruzaba desnortada y colorada la avenida General Johnson a decirle por fín que sí al Julián. Miró el relojito de colores, las doce en punto, se puso a hacer el maniquí en mitad de la carretera con el reojo bonito en Dios Rex, y una ambulancia que venía sobrevolando el alquitrán echando luces a salvar algún transeúnte a medio infarto le partió el cúbito, el húmero, el fémur, el cóccix, las rótulas, el maléolo interno y el externo, el temporal, el parietal y hasta el mismo agujero del culo mandándola en siete volteretas a parar a tres calles vista.


Y Dios la vió. Y se la comió. No se sabe si por moverse o por quedarse quieta.

lunes, 8 de octubre de 2012

jardín del cogote


A Oliverio Tilín le partió el cerebelo un tiesto de amapolas caído de un balcón de jazmines.
Tras una breve pausa de daño terrenal y adulto
se le fueron los abstractos a dibujarse en aquellos pétalos rojos.
Primero el hambre básica, las prisas y saber nadar y -ya más tarde y en color-
el amor y un olorcito tenue a ayer por la noche miércoles hace años.

El cuerpo de Oliverio Tilín tarda aproximadamente ocho con tres minutos
en hacerse suelo, recibos y horas vésperas de lunes,
pero los pétalos de las amapolas coloradas e ilustradas de Oliverio Tilín
pueden verse arrastradas hasta cuatro o cuarenta años bisiestos por el vientecito de la tarde
y pegarse como hojas de periódico caducifolias en los rostros de los motoristas
provocando accidentes gravísimos en cadena en las carreteras que van a la ciudad.

Y apunten ustedes en sus cuadernos estos accidentes milagro.

Son accidentes que dejan hileras de automóviles deconstruídos tan obvios como la vejez,
pero también una alfombrita linda de pétalos rojos ilustrados de abstractas pinceladas
de amor y de un olorcito tenue a ayer por la noche miércoles hace años
que conduce sinuosa a secretas corrientes circulares de verdad de la buena
por donde los supervivientes de la hecatombe se llegan esperanzados a hermosos jardines
que ya nacen otra vez como amapolas vivas del cráneo de terracota de Oliverio Tilín.

del aterimiento y su diagnóstico


Estimada doctora,


usted debería saber ya que la soledad
-como la congelación del alpinista-
alcanza sus cotas máximas más allá del daño,
acomoda a un hombre en lindes plácidos del sueño
y resulta hasta un estado embriagador de calma,
un remanso donde nada pasa y nada duele
donde la muerte tira besos con la mano
disfrazada de enfermera.


Usted, que es buena, y además tiene estudios,
debería saber de todos esos hombres y mujeres
-buena gente también-
que velando por la salud universal del universo
adquieren estados superiores de tutelaje
y advierten y vocean que es apremiante y fundamental
el esfuerzo responsable de abandonar los lindes tranquilos del sueño,
que hay todavía que luchar, conseguir moverse,
calentar las manos, los músculos, los ojos, el hálito, el sexo,
y hasta comer fibra y también hacer deporte.


Pero déjeme hacerle una observación,
profana por supuesto, acaso impertinente,
es que nada dicen esos hombres y mujeres, esa buena gente,
de las bondades del calor
ni de si merecen la pena esas bondades hasta el punto loco
de dejar de vocear al enfermo que sane
desde allá arriba un segundo
para bajar a abrazarlo o tocarlo con las manos desnudas.

Usted, que es buena, y además tiene estudios,

sabrá lo que es eso (lo de vocear, digo).

Y que por si usted se lo pregunta, estimada doctora,
yo estoy sordo, viejo y carámbano,
es decir terriblemente sano y sentimental y difunto.
O sea, no hablo por mi, no se desespere,
esta misiva o telegrama
es en beneficio de quien pueda curarse todavía
al escucharla vocear sus diagnósticos.





viernes, 5 de octubre de 2012

lógicamente usted


Cuando usted ríe lo hace siempre mordiendo un poco su labio inferior,
es lógico siendo el labio inferior de usted apetecible como una fruta madura;
sin embargo no termina usted nunca definitivamente esos mordiscos
y esto es ilógico siendo el labio inferior de usted inagotable como un árbol frutal.

Cuando usted me mira lo hace siempre colorada como la llamita de un Bunsen,
es lógico porque le ruboriza mucho a usted ser tan linda como un Sí;
sin embargo nunca llega a estar usted tan colorada como el fuego de un incendio
y esto es ilógico teniendo los incendios un muchísimo de Sí incontestable.

Cuando se va usted no se va usted nunca del todo,
y esto sí es lógico porque usted nunca estuvo.

Pero es una lástima porque usted es tan linda como usted la mayor parte del tiempo
y era lógico que yo acabara de usted tan ilógicamente enamorado.


jueves, 4 de octubre de 2012

la sonrisa de Laura


Después de morir Laura estuve ocupada en ser nadie, Paqui, hasta siete meses. Estuve echada en el sillón tapizado, ya sabes, el de los cafés, viendo sin mirar la tele. Fueron tiempos muy malos en los que no me dolía nada, no sabes tú lo que es que no le duela a una nada. Es peor que morirse... A Laurita cuando le dolía lo más todavía sacaba alguna risa de vete a saber dónde y aún decía mami no pongas caras que aún me pondré peor y luego me ajustaba bien la bata por arriba que sabes siempre se me da la vuelta y yo ni lo advierto del despiste que llevo. A ti te parece, Paqui, que eso es duro y que lo he pasado mal remal pero yo no estaba por nada, hija, se me juntaban los días a puro mirarla pensando "hoy está un poquito mejor" y a veces hasta podíamos salir un rato a mirar los barcos desde el paseo de los Pajaritos y a la hora estábamos las dos como si nada estuviera mal y aún fuese a llegar mi Jaime del taller con una buena bolsa de churros como cada domingo, ¿te acuerdas?. Pobre Laurita, si la vieses el día del aniversario de Jaime, nena, me miró nada más levantarse de la cama arrastrando el suero con una cara de mujerona que espantaba a sus catorce, con aquella sonrisa de sol suya, y me dijo no vayas a estar triste hoy, mami, que hoy es el día de papá y si nos está viendo desde allá arriba se le va a girar el carácter, que ya sabes como era, anda ponte la falda colorada y la blusa esa tan bonita de rayas que le vamos a comprar un buen ramo después de desayunar. Y nos fuímos las dos la mar de contentas a verlo al Pinar. Ya ves, nena, dos semanas después la estábamos enterrando allá mismo en el Pinar al ladico de su papa a la pobretica mía. Toma un pañuelo anda, date aquí. No, no, eso, ahí mismo. Ya está, tonta. Y luego los siete meses esos de ser nada. Una pena. Ahí fue cuando me dió por pintar. Primero fueron cuadros de botijos y manzanas como los de los fascículos del cursillo pero me aburrí enseguida porque aquello era como dibujar el vacío, ni fú ni fá, así que un día me dió por dibujarla a ella con su palico del suero mirándome riendo, y luego ya muy sana corriendo por la orilla en los días de almuerzo con la familia de Jaime, y luego en el colegio, y en la universidad, y casada muy guapa de blanco con un buen mozo. ¿qué cosas, verdad? Así la veía crecer a mi niña del alma. Y así tengo la casa de cuadros, hermanita. Te cuento esto porque vino el mes pasado un hombre a llamar a la puerta de casa el día aquel del chaparrón, ¿te acuerdas?, cuando cayó una buena, que tú estabas con mamá en la residencia... Pues abrí y lo ví al pobre hasta las cejas de agua y lo hice pasar y le preparé un café. Sí, ya sé, ya sé, que hay mucho loco, que vaya con ojo, pero mira, nena, es que está una tan sola que... ya sé, ya sé, no me des la vara, que tienes razón, pero calla que te cuento. Que el hombre vendía unos libricos de cocina de esos de Planeta para hacer platos raros chinos y esas zarandajas y a lo primero le dije que no, que gracias, pero mira tú que me lo miro y el hombre estaba llorando como una cría. Pensé que era mojado de la lluvia, ya sabes, que iba empapado el pobre de punta a punta, pero no, que estaba el angelico a lágrima viva. Y me fijo que está mirando un cuadro de Laurita, el del comedor, en el que está con el disfraz de princesa de séptimo y su sonrisa de sol. Uy, que impresión, nena. Me dice que tenía una niña de unos quince que se mató el año pasado en colonias bajando un río, y que mi Laura es igual igual. Pobre hombre, lo tenías que haber visto. Estuvimos abrazados un rato largo, a mí se me puso la piel de gallina, Paqui, desde Jaime que no tocaba a un hombre de esa forma. Fue muy bonito, hija. Pobre señor, de verdad. Le regalé el cuadro y se puso muy contento y también le compré todos los libros esos que llevaba. Anda, calla, que no eran muy caros, Paqui, y además a mí los libros ni fú, si fue por Carlos. (Se llama Carlos) Dos meses dijo que se traía ya sin ingresar ni un duro, el bendito. Nos dimos los teléfonos y quedamos en vernos algún día a dar un paseo y charlar. También es viudo, nena, no me mires así.

Yo después me puse mejor, la semana esa estuve ordenando el piso. Sí, sí, ya sé. Ya tocaba. Anda, tonta, no te me emociones ahora. Y el sábado me fui a la peluquería y luego al rastro a comprarme una camisa bonita de esas que vende el señor Florencio. Y pasando por los puestos de los "jipis" me veo el cuadro de la Laurita colgando con los pósters de cine y las camisetas del argentino ese de la guerra. Veinte euros, nena. Veinte euros valía el cuadro de la Laurita. Pues me lo compré. Y... no, no, nena. Sí no me dolió, no creas. Me fui andando un rato sin saber muy bien a dónde con el cuadro bajo el brazo y me llegué al paseo de los Pajaritos a ver los barcos. Sin que me doliera nada. No sabes tú lo que es que no le duela a una nada...

miércoles, 3 de octubre de 2012

felicidad


Y sin embargo la calle, el tranvía, el frío, el calor,
la terapia grupal frente a la puerta autómatica de la estación que siempre abre a destiempo,
disculpe, no, por favor, usted primero, no llevo prisa, insisto...
sin embargo la misma avenida frente al zoológico,
los árboles tapando la luz a diestra y abriendo una senda alumbrada a siniestra,
la brisa breve y perfumada que trae el hilo de vagones cuando pasa a superior velocidad,
el caballero del carrito de cartones del que sólo asoman dos patas en el contenedor,
las universitarias mascando chicle escudadas en carpetas azules llenas de historia contemporánea,
sin embargo el parque donde caminos bonitos en curva que nacen en la puerta enrejada
conducen a la puerta enrejada,
sin embargo las quince salas del viejo cine, el olor a maiz en el centro comercial,
los quioscos, las bicicletas del carril bici, los peatones del paso cebra,
los automóviles en segunda fila, en la carretera, en la autopista sobre el puente, en los desguaces,
sin embargo el termómetro digital y la carne muerta dando vueltas en los döner kebab,
sin embargo los enfermos y los sanos, los fonendos, los pasillos, las batas, los alcoholes,
los lunes, los viernes, los domingos, los veranos, los inviernos, los ayeres, los destinos,
los libra, cáncer, escorpio, aries, capricornio, el Barça, el Real Madrid, el PSOE, la cienciología,
la plancha, la lavadora, la Playstation, la máquina de afeitar, la pistola, los cigarros,
las pajas, las mamadas, los besitos, los empujones, los golpes, las mentiras, la persiana, los saludos,
los trabajos, las carreras, los títulos, las importancias, los imposibles, las frivolidades,
la imposibilidad,
sin embargo los mensajes en el teléfono de las compañías de teléfono, los gritos,
los kafkas, los bukowskis, los lorcas, las pizárniks, los swarzenégeres, los primos juanjos...
sin embargo la tarde, la caída de la luz, el cansancio de las piernas, los sillones, los vecinos,
sin embargo la casa, los hoteles, los cuartos, las bragas, los pañuelos, la pomada, los gin tónics,
el hielo, el agua,
las amas de casa, las modernas, las imbéciles, las mejores, las fáciles, las admiradoras, las malas,
las locas, las buenas, las listas, las guapas, las gordas, las ideales, las idénticas, las hijas de puta,
las madres, las muertas, las mojadas, las altas, las nada, las hombres, las raras, las de otro,
el amor, el odio, los orgasmos, los picores, los estornudos, los cólicos, la mierda, los mocos,
sin embargo todas las horas que restan,
sin embargo las palabras, las quejas, los lamentos, los cortes, los cánceres, los resfriados,
sin embargo en silencio, a gritos, despacio, fingido, de veras, la sinceridad.

Maldita sea mi puta vida y los comentarios y este blog de mierda.

martes, 2 de octubre de 2012

Génesis 1.4

Y vió Dios que la luz era buena: y apartó Dios la luz de las tinieblas.


-Joder, padre, cómo venimos hoy...

-Anda, Ramón, no me toques lo que no suena y ponme un vino.

Ramón abre la botella marrón de debajo de la barra y llena un vaso grande. El párroco se lo baja de un trago y da dos golpes secos con el culo del vidrio en el mostrador.

-Hala, otro.

Y así sucesivamente.

En la mesa redonda del dominó los paletas escuchan con mucho cachondeo a Paquito el de la Josefa.

-Ya os digo. Estaba la mar hoy de aúpa. Un brillico como de chispa por toa' la superficie. Pa' verlo. Venían como tres barcas desde el fondo, supongo que las de Galán o las de la Quinta Rubianes, a saber, con mil colores en las faldas a puro reflejo de oro en las espumas, el cuadro era pa' ponerse a pintar, si lo ve Marcial Piñero se parte en dos por andar de baja justo hoy, con lo que le va a ese lo del pincel. Y a las ocho como de costumbre las niñas de la téxtil con el bocadillo echando unas charlas y venga a tocarse el pelo. Hay que ver a la nena del afilaor', como se ha puesto, me cago en San Botón... Acordaos de que hace na' era un esqueletillo revoltoso... sí, sí. La Sarita, pos vaya dos tiestos, la Sarita, señoa' Sara es ya, y unas curvas de chóped por los flancos que ni la "Lolobrígida" esa. Y mira, to' ese sol y las nenas en corro con esos pelos largos al tuntún riendo como angelicos. Joer', chavales, se me iban a saltar las lágrimas. El Rafael ha escrito un poemilla de esos suyos que le hemos acabao' aplaudiendo... Con unas palabras, joer', cómo escribe el condenao' del Rafael... Llorando estaba el blando de Cascales. Si es que vaya cuadro, de verdá', qué luz, que colores, qué niñas, Hostia Puta. Si es que Dios cuando se puso se puso... Seis días dice que se tiró el Jefe el padre Antero, seis días, tú... Nosotros llevamos dos meses con el chaletito del maricón éste y cómo está quedando... jajaja

Y se ponen todos a reír escupiendo migas.

-¿Usté qué dice, padre?, ¿lo hizo bien Dios o no?

El padre Antero sigue de espaldas bebiendo sangre de Cristo a cubos en un ángulo de unos sesenta grados.

Paquito se pone en pie haciendo ruido con la silla y lo trinca del codo.

-Eo, padre, que digo que si lo hizo bien Dios o qué...

El padre Antero se gira de a poco con los ojos inflados, dos tomates con dos puñaladas, un largo hilillo de baba rosa desde el vaso a la boca.

-¿Pero tú has visto las flores del cementerio del Pinar como crecen de gordas y coloradas, hijo puta? Dios lo tiene todo estudiadísimo. Y ahora tira a tomar por culo, que estoy en mi rato libre.



lunes, 1 de octubre de 2012

como si verdaderamente un ángel


La ciudad. Un sol hace arder el asfalto.
Hay un perro envejecido,
cojo, castrado y habitado por vertiginosas pulgas festivas,
guarda en celo un pelaje limpio suyo del antes
bañado en sangre entre aquellos cubos de basura,
se lo arrancó a dentelladas él mismo
la tarde en que le dieron un nombre inscrito a la plaquita plata de una correa.
  
   Un ángel se acerca
   como si verdaderamente un ángel;

si se acerca el ángel, muerde a matar el perro envejecido
enseñando los dientes lo más que puede entre babas amarillas
luego de haber herido de inocuas dentelladas al aire
el transparente pecho del ángel que no retrocede,
las manos tendidas invisibles
al callejón
mostrando entre ellas la holografía
de un pedazo de Tierra donde llueve tenuemente sobre árboles altos
con sombras que son recodos y luces que son imposibles...

La ciudad. El tiempo hace arder el asfalto.
El calendario es una ametralladora que huele a pólvora y carnicería.
Los días dejan tras de sí un rincón entre los cubos de basura
que albergan el pelaje limpio de un perro
bañado en sangre seca y azulada
entre lo sobrante de la ciudad y lo que ésta ya ha vendido,
las rameras que fuman en el callejón
enseñando los dientes lo más que pueden
disimulan lágrimas, muerden sexos y besan fotografías de papá,
miran el pelaje del animal arrancado de raíz
abandonado entre abandonos y cuentan billetes
como si verdaderamente un ángel,
dicen: ya el Dios cabrón no se apiadó ni de los perros.

La ciudad. La escarcha hace arder el asfalto.

Tiendo las manos a los callejones
   como si verdaderamente un ángel,
muestro entre ellas la holografía
de un pedazo de Tierra donde llueve tenuemente sobre árboles altos
con sombras que son cuartos y luces que son mujer.

Los callejones son jardines, los perros envejecidos duermen bajo un techo.
Hay un nombre de ella que no está inscrito en una correa.