lunes, 6 de julio de 2015

los diarios de tu boca


has de saber, amor, que el mundo todavía
es una guerra que estalla a diario
adentro sólo de la trinchera,
que el otro aún nos sojuzga desdentado
   uniformado de mandíbula tras los barrotes
      de esta inversa jaula que encierra a lo de afuera,
de esta habitación de bodegones por ventanas,
de esta eternidad nuestra que linda con el muro,

has de saber que todavía tenemos miedo
a no servir de nada, sí,
y aún seguimos siendo, amor, como aviones de papel
que si caídos de la mano del niño
                                                 creen que vuelan.

sabe que vivimos pendientes de lo que ha de llegar,
que percute en el tejado de la piel como una lluvia de cristales,
que el mañana es la palmada que hace llorar al hijo en el vientre,
que afuera está pasando Dios, amor, tapando el sol
                                        como una nube negra de pecados.

mas sabe también que aquí adentro los periódicos
los traes tú presos en la boca, como una dueña dada a sus perros;
                   que lo escrito en ellos sea acaso para mí, amor,
                                 todo lo que está pasando afuera.




lunes, 29 de junio de 2015

Gregoria


Tomada cualquiera de tus manos,
los dedos tan torcidos por los años y las bombas,
todavía hoy pienso en cómo era eso paradoja
de lo recto de tu amor y tu ternura,
que cada uno de tus cariños
tan quebradizos y frágiles como ramitas de alcanforero,
puestos juntos uno a uno en mi pecho como un trenzado manojo
fueran tan inquebrantables, tan longevos,
                                                   tan vertebrales.

Tu mirada, bálsamo precioso y accidental,
aún persiste aquí en la mía, menos mía estas horas
y más de ti a cada minuto del día,
pues así es también luna el reflejo de la luna en el estanque,
así persiste como una indescifrable seguridad
de lo que es bueno y lindo de este mundo que se extingue,
persiste como arrancado mascarón de Minerva
que las olas traen a vera del náufrago en la mitad del naufragio,
persiste más como mirada que como memoria, abuela,
más como un conocimiento
                       de todo lo que importó alguna vez más que nosotros mismos.

Nos dijimos que nos queríamos a pesar de innecesario,
nos dijimos casi todo,
poco quedó reservado al después, cuando la ruina,
   mas ya ves que todavía hablo solo esperando no sé qué milagro,
acaso que Dios exista el poquito rato que me lleve escribir esto
y que te llegue igual que te llegaron a la frente mis besos
                            y a los brazos mis caricias
                                 y al maltrecho oído mi llanto disfrazado de cotidianidad.

Hoy eres el silencio necesario en mis habitaciones
y en mi corazón la sangre que oxigena mis manos y mis labios
                                                     y da calor prestado a mi vida.

Te quiero tanto que voy a omitir el pretérito, yaya,
aprovecho este poquito rato en el que finjo que existe Dios y que es bueno
                                              para que puedas oírlo una innecesaria vez más.

Tanto te quiero, te querré y te quería.


lunes, 25 de mayo de 2015

Quijotes de Avellaneda


Rocinante protestó atado a la oliva apartando buenos manojos de tierra con las patas pero en nada quedó tranquilo, en cuanto notó fresco, y se sentó. El sol escocía como sal en una herida haciendo brillar los cantos del campo, y las amapolas y las copas se mecían llevadas por la brisa con un siseo constante que invitaba a siesta. Alonso buscó sombra y dejó caer la osamenta como un saco a pie del árbol. Sancho se llegó a su lado con dos pedazos de queso y sendas hogazas de pan.

-Debiera usté comer algo, está hoy desmejorado en demasía mi señor, bien pudiera desmayárseme así de pronto y darme buen susto y ya buen trecho llevamos para quedarnos tendidos acá tan cerca de hospedaje.

-Harto me hayo de imaginarios quesos, Sancho, y tampoco ando tan preso de hambres como para otra abstracción. Tan sólo quiero algo de sombra fría y silencio, pues has de saber que es el caballero criatura que entre gesta y gesta necesita más de quietud que de alimento.

Rascose Sancho la testa, mordió queso y pan y dejó ir sonora ventosidad. Miró a la aldea poniéndose la mano desta forma sobre los ojos, al final de la explanada veíanse hombres y mujeres llenando calles de alborozo. Fiesta buena parecía aquella y apetecible para cansadas criaturas que viniesen de desfacer entuertos y restituir honores, caballeros fueren o no fueren.

-Si sé yo bien que no existimos ni el señor ni yo mas que en pluma del que escribe, pero en esas digo que esa buena aldea de allá ha de ser la de Montiel y esa su fiesta. Y si el señor no tiene inconveniente pueda yo acercarme en el borrico y traerme algunas viandas, estas más sabrosas que inventadas y mejores para estas nuesas tripas.

Alonso se descubrió dejando caer la vacía entre las raíces del olivo, se adecentó las cuatro canas cenicientas que pegadas al sudor del cráneo hacían las veces de melena. Lo miró hastiado, gordo aquél como un odre y basto como un arado, mas mirolo con amor y cierta ternura.

-Ay, mi buen Sancho, tan ficticio como eres y tan telúrico en las actitudes. Lo mesmo te diera que fuésemos o que no con tal de tragarte un venado y bañarlo de vinos. Haz lo que vieres, mas mira bien que aquello no es aldea sino pueblo, y que no es tierra de ahoras sino de otros tiempos más allá en que tú y yo no semos ni aún siendo escritos ni reales, acaso remembrados. Ve esos hilares negros que cruzan la campiña de lado al lado horadando la tierra, son hilos de teléfono, alma de cántaro, que no hayas visto tú en tu vida ni mentar, y desos carruajes que campan sonoros sin que medie jamelgo alguno no pudiere decirse que es obra de diablo sino de hombre avespado desos que nuestra iglesia dispone en buena lumbre como de galianos. Haz lo que vieres, digo, y llégate tan presto como te sea menester, mas no te sorprenda que no vean esas gentes de ti más que el aire mejor del que estás hecho...

Rascose Sancho la testa, mordió queso y pan y dejó ir sonora ventosidad. Volvió a mirar al pueblo con pesar notorio y agachó la cabeza mascullando. Al tornarse a mirar vio una muchacha que destacaba especial entre el barullo.

-Más pena me da que no vieren al señor que a mí, que no gozo con mostrarme y nada hice para que mirárseme alma alguna mereciera. Por la señora Dulcinea que allá campa júrole a usté que bien cambiara yo estos quesos, que aunque falaces a gloria saben, por que a su merced miraran todos en justo reconocimiento, que de muchos gigantes del tal tunante Frestón buena cuenta diera mi señor Don Quijote sólo para a mi señora llegarse venturoso y a sus pies darse.

-No responde aquesta dama ni por Dulcinea ni por Aldonza, mi buen Sancho, que de bellísima y honrada Dolores trátase, y por llegarse hasta ella con gigantes no ha habido de bregar el que te habla ni un sólo párrafo, sino molinos como torres el que agora nos inventa y narra, que bien sabe Dios que más horrendos que gigantes resultan los molinos por dolorosos, inamovibles y reales. Y sin embargo mira, Sancho, ese racimo de guijarros blancos que preña la tierra y refulge glorioso al sol desde acá nuestra oliva a la fermosa Dolores de Montiel, no es sino vencida ruina de molino, que ahora sirve de camino o alfombra que a sus pies conduzca.

Rascose Sancho la testa, mordió queso y pan y dejó ir sonora ventosidad. Que el diablo le llevara si su amo no lucía más existente y caballero que nunca bajo aquel olivo, vestido con cuatro latas mal dispuestas, por yelmo una vacía de barbero y por espada un billete sólo de ida en el talgo que lleva de Barcelona a Montiel.


lunes, 13 de abril de 2015

como un niño


Acaso este sentimiento infantil es semejante
al que lleva al gato a arañar la puerta en bucle sabiendo que no abre,
mas la puerta abre, amor, sabes que abre,
qué lindo que abran las puertas y más que abran no porque arañe el gato,
y que sea ese ovillo tan ocioso y tan de ternura
y tan poco que ver con las pérdidas de tiempo.

Fíjate que recorto el discurso en rallitas parecidas
porque sé que te enloquece la poesía,
lástima en lo digital, que fastidia las manualidades,
mas si vos lo imprimís te lo doblo acá y allá y te hago una flor,
o el origami de un unicornio o una cunita espaciosa...

...y luego está ¿porqué cruzó la calle la gallina?,
que era todavía más sencillo que el trámite de andarse al otro lado,
¿qué otro lado, amor?, ¿podés creer qué tontería?...
ahora que me rasco me doy cuenta, simple de mí,
mirá qué fácil:
que el gallina cruzó la calle para estar contigo.

lunes, 9 de febrero de 2015

del frío y del calor


Dolores Mejías había terminado de componer la mesa para la comida, miraba complacida todos los cubiertos lucir como galvanizados destellos dispuestos en perfectas hileras, la gran olla blanca del consomé, la barra de pan ya hecha generosas hogazas en el cesto de mimbre decorado de flores de lís y la ya famosa y oval bandeja de cocido de los Mejías como una cima inalcanzable de viandas, todo sobre el níveo e inmaculado mantel de la abuela reservado para los domingos. Aunque la lumbre hacía del comedor un confortable y cálido caleidoscopio donde los aburridos bodegones que colgaban de las paredes transmutábanse en hermosas naturalezas carmesís, Dolores no pudo evitar sentir un gélido y súbito sobrecogimiento. Dejó las servilletas bordadas sobre la mesa y se acercó a los ventanales emborronados a causa del vaho, deslizó tres dedos cuidadosamente a lo largo del cristal siguiendo una perfecta paralera al marco y se asomó a la transparencia resultante.

En el invernadero del jardín, agazapado frente a las amapolas estaba el cerúleo fantasma de Agustín trasteando en los matojos. Había dejado la característica estela helada a lo largo de todo el césped desde la vallita blanca hasta la puerta del mismo invernadero, allá donde Dolores plantaba sus amapolas y sus azaleas en un clima más propicio. Cuando se apartó, guiñando el ojo, los ramilletes rojos encontrábanse completamente congelados a pesar del calor revelando el espejismo de un puñado de rubíes a los que un dios goloso hubiese espolvoreado de azúcar glas. Dolores frunció el ceño, chasqueó los labios y se apresuró a tomar el abrigo. -Salgo un momento, Padre, ¡vuelvo en nada!... El señor Mejías dejó de cortar jamón y la miró sobre los anteojos torciendo el bigote. -Pero dónde vas ahora, alma de cántaro, que fuera hace un frío negro, Loli. Y además tu madre y tu hermana ya vienen con los platos, que vamos a empezar, por D... Ni acabar pudo, que el portazo fue inminente, sonoro y final.

Afuera el invierno pegaba duro y ya podía otearse alguna que otra bolita de nieve planeando las copas. Dolores siguió la estela congelada en el verde hasta la puerta del invernadero y entró echando humos empíricos y simbólicos por la boca. -¿Dónde estás, gaznápiro?, que te fulmino... ¡Ay, madre mía, que me has echado a perder las flores, ay, madre mía!... En el interior no había ya rastro de Agustín, probablemente esfumado al mas allá de más acá, concretamente detrás de la puerta aguantándose la incorpórea sonrisa. Dolores se acercó a las flores con un obvio mosqueo aún sin poder evitar apreciar lo bonitos que se habían puesto aquellos pétalos de puro hielo entre el bochorno local. Tomó uno de ellos entre los dedos y lo vió fundirse presto mientras las gotas se deslizaban desde el índice a la muñeca. Como en un impulso inevitable se echó el dedo a la boca. A pesar de la tenue salinidad de aquel rocío, pudo reconocer sin ninguna duda en la lengua y en el cielo del pecho lo que el hielo de aquellas flores tan celosamente y en exclusividad había estado guareciendo.

El señor Mejías entró como una exhalación en la estancia. Venía tiritando y con los bigotes de punta.

-Pero bueno, ¿vienes o qué, niña? Se está echando eso a perder, caramba. Ya están todos sentados. ¿No decías que te morías de hambre?

Dolores se volvió con las mejillas coloradas. Cualquiera se habría dado cuenta enseguida de que había estado llorando.


-Ya se me ha pasado un poco el hambre, Padre, no sufra. Y también la sed. Ahora estoy mejor.




miércoles, 21 de enero de 2015

como todos y como nadie


eres minúscula vista así en el bulevar desde mi posición estrátegica
en Madrid o en el tiempo, ya sea tras la parada del autobús o tras estos años,
y aún esperas los autos pasar como cualquier anodino transeúnte, ensimismada,
las dos orejitas cubiertas por auriculares y estridencias, y también cruzas en verde,
y también aguardas desenfrenada frente a los minutos en rojo,
como todos.

mas tomada en una habitación azarosa de la casa, sin el atrezzo de la maqueta mundial,
prendada de alguna nota de fa y de sol o agarradita del brazo de Federico Dostoyefsqui,
atisbando sobre la manta alguna pacífica hora del reloj
                   que poder disfrazar de tiempo bélico armada de Lucky marrón o Coca-Cola,
mi lindo asperger, abogada de oficio de las flores y de las alondras,
contagio de stendhales, dadivosa y némesis heróica de samaritanos cristos prorromanos,
estás bonita e imposible, linda, más aún, eres buena y Lola
como nadie.


lunes, 19 de enero de 2015

una cuerda arrojada a un pozo


mira que así tomé tu mano un día,
como la cuerda arrojada a un pozo,
como la quebradiza rama que asoma
del linde del río crecido y desbordado
que arrastra a los que tragan agua,
como el bolígrafo que garabatea
otro nuevo papelito del euromillón,
así tomé tu mano sin saber
que también tu mano tomaba la mía
como la cuerda arrojada a un pozo
y tal y cual.

entonces no podía saber
que tomaría así tu mano un día,
-hoy sabes que no puedo, amor, caramba,
y cómo me fastidia...-
no podía saber, digo,
que tomaría así tu mano un día
como sosteniendo el cosmos
y diciendo mira lo que me he encontrado,
yo que nunca me encuentro nada
y al bolsillo y para mí.

y es tan lindo que ya no agarro cuerdas ni en los pozos,
palabrita del niño Jesús.