miércoles, 10 de octubre de 2012

Dios Tiranosaurio y Margarita Buber



Margarita Buber se había licenciado en Paleontología muy Cum Laude y a distancia hacía escasos tres días y ya concluía en magistral hallazgo el miércoles de la misma semana: Dios era necesariamente e inequívocamente un Tyrannosaurus Rex.

Primero se vió asaltada por siete u ocho eurekas de los de sentirse importante y de Nobel ipso facto, todo brincos por el estudio y grititos como de ardilla, pero al momento se le puso el miedo en el cuerpo y empezó a mirar sudando por las ventanas a las nubes muy quieta y muy temerosa y muy preocupada adivinando heterodoncias asesinas en los cúmulos y en los rayos de sol.

Táctica y estratégica, Margarita Buber empezó a partir del jueves a quedarse paradita, estática, hierática y estatuaria en el mismísimo segundo en el que dieran las doce vigilando muy mucho de que el Señor no la viera y se la zampara de un solitario y carnívoro mordisco. Sólo Margarita Buber sabrá por qué a las doce y no, por ejemplo, a las tres, que también había dinosaurios a esas horas y hasta Dios, pero el caso es que ya estuviera en la cola de la perfumería, planchando blusas, escribiendo un ensayo, impartiendo clases, lavándose el núcleo o esperando en el parque a Julián insolvente y enamorado, daban las doce en los relojes y pam, ahí tienen ustedes a Margarita Buber más tiesa que un Rodin.

Y ya fuese por azar o por Gracia sucediose un catorce de febrero que le dieron las doce-cero-cero mientras cruzaba desnortada y colorada la avenida General Johnson a decirle por fín que sí al Julián. Miró el relojito de colores, las doce en punto, se puso a hacer el maniquí en mitad de la carretera con el reojo bonito en Dios Rex, y una ambulancia que venía sobrevolando el alquitrán echando luces a salvar algún transeúnte a medio infarto le partió el cúbito, el húmero, el fémur, el cóccix, las rótulas, el maléolo interno y el externo, el temporal, el parietal y hasta el mismo agujero del culo mandándola en siete volteretas a parar a tres calles vista.


Y Dios la vió. Y se la comió. No se sabe si por moverse o por quedarse quieta.

10 comentarios:

  1. desde hoy me lavaré el nucleo, te lo aseguro. pienso lavarme el nucleo gracias a ti y observaré con estatuaria indiferencia como una anbulancia se empotra en las urgencias de un hospital, no se sabe si por sobrevolar el asfalto o por solidarizarse con Fidias el transeúnte que acaba de morir de un infarto. y a todo esto dirá usted: y Margarita Buber? pfffffff que la zurzan, con o sin dios tiranos-áureo.
    abrazos tete.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hay que lavarse el núcleo con periferia abundantemente. Cada día de Dios. Un abrazo, querido.

      Eliminar
  2. Antes me la hubiera comido yo. Con todo y ropa, la amorfa.

    ResponderEliminar
  3. no importa móvil o inmóvil. si naciste para martillo del cielo te caen los tiranosaurios.

    abrazos.

    ResponderEliminar
  4. Sera que el sueño me impide ver más allá de tres calles vista. Yo solo se que si no eres parte de la solución ni del problema tan solo eres paisaje y Margarita era solución y problema en el mismo instante en que voló crujida hasta las fauces de Dios. Ahora ya es paisaje.
    Un muy buen texto.
    Besotes

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo que impide ver es la vigilia. el sueño está graduado y se ve el infinito, amiga. Un besazo.

      Eliminar
  5. Maniquí de Dios adorna ahora su nube de querubines.
    Saludos

    ResponderEliminar