lunes, 17 de septiembre de 2012

el flechazo


Alejandra está rota pero sólo piensa en agarrar aquel autobús. Las diez ya en los relojes y aquella carrera delatora y las ojeras y el pelo desordenado y la falda mal abrochada y el pendiente ausente y agarrar aquel autobús. Llega con retraso el de las nueve cincuenta, y la mirada extraviada de Alejandra recorre en un escrutinio casi científico el enorme cartel de anuncios de perfumes en que una mujer de su misma edad alcanza cotas de una exagerada perfección canónica mirando al infinito. Alejandra se palpa la cabellera discretamente, piensa en cómo quedaría su peinado caótico estampado en el frontal del próximo transporte público entre cien esquirlas escarlata de cráneo y dedica un minuto entero a imaginar coqueta sus vísceras extendidas a lo largo del pavimento divinamente conjuntadas con la suela roja de sus nuevos Louboutin. Siente una arcada que disimula como puede con una leve tos mientras rememora asqueada un último sorbo de esperma.

Al otro extremo de la marquesina Dariusz mira fijamente a Alejandra. Bajo la blusa desabotonada de ella luce el medio sol de un pezón tostado. No puede dejar de observarla. No debe tener más de veintidós años, esa muchacha, y cualquiera diría que ha sobrevivido a una guerra. Dariusz no parpadea.

El autobús tarda. Y los veinte minutos siguientes van sumando gentes a la parada y ratos muertos. Dariusz observa constante a Alejandra, y Alejandra hace ya quince minutos que ádvirtió la mirada de Dariusz y está congelada agarrada a su bolso en su rincón. Hace quince minutos que ha advertido también su pezón asomando de la blusa pero no ha sido capaz de ocultarlo, está excitada pensando en aquel hombre de unos cuarenta y largos que la observa fijamente detrás de aquella pareja de estudiantes.

Pero a veces un instante puede estallar súbitamente como un reflejo automático de un músculo, y un rubor extraño desconocido para Alejandra lleva su mano a ocultar con la blusa aquella mota de sexualidad bajo la ropa. Y sorprendida baja la mirada a la acera. Está encendida. No entiende. No sabe. Ya no piensa en el autobús destrozándola en escándalo. Piensa en esconderse, en huir.

Dariusz se acerca entre el gentío, no deja de mirarla y ella tiembla. Cuando aquel hombre está ya junto a ella, impasible, Alejandra reune fuerzas para hablar: -No he podido evitar darme cuenta de que estaba usted mirándome fíjamente.- Y entonces baja la vista a la blusa, donde dos protuberancias hacen mella en el algodón y en su pecho. -¿Se ha fijado en Eso...?- Se muerde el labio inferior.

Dariusz la toma entonces del brazo y la lleva aparte. El autobús ha llegado y ha recogido su carga y se ha marchado. Están solos. Él la peina con los dedos y le abotona la blusa y le limpia el rímel irregular del ojo izquierdo. -¿Cómo te llamas?- Dice con un marcado acento polaco. -A... Alejandra- Ella está conmocionada, de pronto le parece que ha vuelto a la niñez. Dariusz está tocando su mejilla con un atrevimiento y delicadeza desconocidos para ella. Todo se vuelve difuso.

-Alejandra... Estoy muy cansado, niña. Eres preciosa, Alejandra. Seguramente la mujer más bonita que he visto en mi vida. Y sí, Alejandra, me he fijado en Eso, y si no te hubieras sonrojado y ocultado con pudor ese maravilloso continente de tu cuerpo bajo la camisa... te juro que me hubiese tirado de una vez por todas a los pies de ese maldito autobús.

Son las once menos cuarto de la mañana. No hay nadie en la calle.

8 comentarios:

  1. Viejo cochino, podría haber sido su padre!, tamaña herejía y desenfado! y tú contándola como si fuera una gracia, hasta dónde habremos de llegar!

    (PD.- cómo me hubiese gustado haberme azotado con esa muchacha)

    Un beso Jesús.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero mi buen Sarco... si la salvación de Dariusz estuvo siempre en el pudor de Alejandra, no en su sexo...

      Yo lo cuento peor aún que si fuera una gracia, lo cuento como si fuera ficción...

      Otro beso, Sarco Lange.

      Eliminar
  2. Pocos caballleros observadores de lo bello quedan como Dariusz. Pero existen porque aun hay quien habla de ellos con tierna maestria.
    Insuflando paz. Un beso Chus

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre paz, mi queridísima Carolina. Paz siempre. Muchísimas gracias, no por lo de "maestría", sino por lo de "tierna". Un beso, bonita.

      Eliminar
  3. Se salvan mutuamente ¿no? Cada cuál de sus demonios.

    El pensamiento de Alejandra parece autodestructivo pero le ayuda a continuar, no tiene intención de arrojarse al autobús. Es una superviviente.

    Lo de Dariusz es distinto, él si tiene intención, pero el azar ha puesto en su camino; su belleza, su juventud, sus pezones y su pudor.


    Que mágico todo el texto. Con que inteligencia realizas la trama y el final,con un conocimiento preciso de la psique de los personajes. No todo es lo que parece ser, acercarse a la realidad del relato a través de lo sexual y lo carnal para centrar la cuestión en el pudor, repentino e inesperado si, pero que trasciende de un modo vital, nunca mejor dicho, y sobretodo para él.
    Y con que ternura lo relatas.
    Me encantó.

    Besos Jesús

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En efecto, Ale. Ambos se regalan en un instante la única cosa que podía salvarles: esperanza.

      Muchas gracias, guapa. Un beso.

      Eliminar
  4. si no fuera porque " rememora asqueada un último sorbo de esperma " esta entrada me parecería buena.
    un abrazo tete.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te iba a poner que nunca llueve a gusto de todos, pero dado el contexto me ha parecido una guarrada... jajaja Un abrazo.

      Eliminar